Pocos vinos dulces combinan de esta manera complejidad y frescura. Un vino de alegría dulce y estructura poderosa, con un punto de acidez que lo hace diferente. Envejecido durante más de 25 años en botas de roble por el sistema de criaderas y soleras, su boca es untuosa y elegante, placentera. Es un gran vino para postres donde haya fruta escarchada o para acompañar el helado cremoso en una tarde de verano.