Camba viajó a Alemania en torno a 1912 como corresponsal y plasmó sus observaciones en una serie de crónicas publicadas originalmente en prensa. Estas impresiones recogen encuentros con la vida cotidiana alemana, su cultura, sus costumbres y su espíritu nacional. Con su prosa afilada y humorística, combina anécdotas personales con comentarios irónicos sobre la rigidez, la autoridad y la puntualidad alemanas, siempre desde una mirada profundamente gallega y escéptica. El texto mezcla agudeza y naturalidad, cuestionando la solemnidad generalizada y ofreciendo una visión humanizada de una Alemania que ya había cambiado incluso antes de la Primera Guerra Mundial.