En El pinchazo telefónico (1991), Ibáñez satiriza el mundo del espionaje y las escuchas ilegales. La organización enemiga A.B.U.E.L.A. está utilizando las líneas telefónicas para comunicarse y planear sus fechorías. El Súper ordena a Mortadelo y Filemón que intervengan o "pinchen" los teléfonos de los sospechosos para descubrir sus planes. El álbum es un festival de enredos con cables, auriculares y cintas grabadoras. Los agentes, en su torpeza habitual, terminan pinchando las líneas equivocadas, escuchando conversaciones privadas irrelevantes y provocando el caos en la centralita de la T.I.A., todo mientras intentan atrapar a los villanos entre marañas de cables.