Penúltimos castigos es la primera novela de Carlos Barral. Por vía oblicua, recoge, acomodándolos a la perspectiva novelesca, elementos que corresponderían a una posible autobiografia inme diata, transfigurados según las necesidades de la estrategia narrativa e insertos en el punto de vista de quien relata los hechos: un escultor y dibujante, cuya vida y cuyas crisis son paralelo o contra-punto de las del propio Barral, quien, visto desde el ángulo del narrador, es personaje importante en el libro y muere al término de éste. La decrepitud física, la barca de Caronte dispuesta para zarpar al mundo de la muerte, la espiral depresiva, son elementos comunes al narrador y al Barral de la novela, proyectados y como centrifugados el uno hacia y desde el otro al modo de sombras chinescas, o como las dos caras de una moneda emblemática. Una prosa infalible y decantada sirve a esta cruel, lúcida y secretamente conmovedora radiografía moral, que sobre la hirsutez geológica y marina de un pasaje costero despliega el teatro de espectros de la conciencia del escritor.