Haim Kalinsky se muere lentamente de cáncer de pulmón en un hospital de Beer-Sheba. Al otro lado de la calle, su hijo Daniel espera su muerte. Entre los dos hombres se alza el recuerdo del terrible momento, durante la guerra, en que unos sonrientes soldados nazis obligaron a Haim a escoger entre sus dos hijos: uno de ellos viviría y el otro tendría que morir. Veinte años después de la guerra, Daniel y Haim se encuentran en el puerto de Haifa, como extraños procedentes de dos mundos. Yael Dayan evoca toda la amargura de la situación de los Kalinsky, y hace una atractiva pintura del conflicto entre generaciones en el moderno Israel.